Por Julián Miana
Profesora a cargo: Mariana Bonano
La sociedad, los tiempos, lo valores, las prioridades, todo ha cambiado. Ese código de valores que anteponía el esfuerzo, la honradez y el honor, el mismo que llevó a ese joven Crusoe a buscar todos los métodos necesarios para sobrevivir se ha extinto y con él, la historia de lucha y muchas otras historias que se transforman en historias o más bien cuentos graciosos sobre oportunismos y aprovechamiento (en el mal sentido) de situaciones.
Cuando Robinson Crusoe se encontró atrapado en aquella isla sin ningún tipo de vía de escape, luchó contra la fuerza más implacable (la de la naturaleza) y logró sobrevivir. Su historia es un fiel ejemplo de lo que el trabajo duro permite lograr. Hoy en día sin embargo, quien quedase atrapado en una isla, moriría no bien pasada la primera semana. Ese prisionero contemporáneo no hubiese buscado ni una fuente de alimentos, ni hubiese fabricado una casa con hojas de palmera para protegerse de la lluvia; no, esta persona, este individuo tecnológico hubiese buscado señal para el celular para pedir ayuda y hubiese muerto esperándola, porque construir una casa, o buscar comida son tareas demasiado arduas para nuestro limitado intelecto moderno.
¿Qué más podemos esperar?
A nadie educamos para trabajar, ni para luchar, ni para perseguir un objetivo. Educamos a todos y cada uno para buscar la oportunidad más fácil para salir airoso.
Las escuelas para empezar, educan a nuestros jóvenes para acostumbrarse a segundas, terceras y cuartas oportunidades que en la vida no existen. Adolescentes, pre-adolescentes y niños ya han perdido el concepto de lo que significa el colegio y lo ven solo como un lugar donde tienen que ir a pasar la mañana o la tarde. Ninguno de estos tres grupos piensa en el colegio como un lugar de aprendizaje, solamente saben que tienen que leer los libros y estudiar “para aprobar” está mal visto estudiar más de la cuenta. Ya llegamos a un punto en el que desgraciadamente ni siquiera estudian lo justo, sino menos que ello.
“¿Para qué estudiar si podemos pasar todo el año divirtiéndonos y solamente PERDER tres meses estudiando?” ese es el consenso popular entre los jóvenes.
Y lo más triste es que lo poco que se les “exige” no es suficiente. Las escuelas han demostrado una baja de nivel increíble en las últimas décadas, y no está en vista mejorar.
Mas bajan el nivel los colegios y más chicos desertan o repiten el año y así sucesivamente hasta llegar a un hipotético caos académico donde nadie sabe nada y nadie exige nada.
Pero el problema no termina en el colegio. En los hogares, cada día los padres nuevos y los padres viejos pierden batallas contra hijos adolescentes y pre-adolescentes que no pueden controlar. Los padres nuevos, son aquellos también adolescentes que tienen hijos, como sus padres no les impusieron limites ellos no saben ponerlos. Los padres viejos son aquellos padres con suficiente edad para poder poner freno a sus hijos, pero no lo hacen; nadie lo hace.
A la vez, son estos mismos padres los que educan a sus hijos bajo la premisa de que el trabajo fácil es lo mejor. Les inculcan que mientras menos trabajen mejor van a vivir y que traten de aprovechar cada oportunidad y no de sacarle provecho.
Finalmente tenemos a la educadora por excelencia: la televisión.
La caja boba ha estado en nuestro living ya 50 años, ha acompañado a muchas generaciones durante almuerzos, cenas, mañanas y tardes, y había mostrado ser buena compañera, como la radio. Pero hoy no es así.
Como todas las cosas que han cambiado, la tv también cambió, y éste fue más un retroceso que un avance.
Hoy la tv más que ser una compañera ha pasado a ser una terrible enemiga de cualquier padre con un código moral básico; estereotipos, prejuicios, fama, dinero fácil, anti valores, son algunas cosas que hoy en día se muestran.
Con ellos en pantalla el joven receptor que los recibe, que puede llegar a pasar muchas horas frente a ella, interpreta como puede ya que la educación no ayuda y los padres tampoco.
Modelos sin respeto por sí mismas para ganar fama, hombres homosexuales o incluso travestis que se muestran en escenas dignas de una época de decadencia, presentadores, periodistas, actores y actrices que generan escándalos, todo por ser mencionados en alguna pagina de cualquier revista. Todos buscando sus quince minutos de fama.
¿Cuál es el mensaje? Aquello que se disfrute, aquello que sea fácil y que genere dinero es lo único que debe hacerse. El resto no.
Entonces, habiendo contemplado semejante panorama y, tristemente, uno tan amplio. ¿Cómo podemos esperar que nuestro Crusoe moderno no se muera de hambre, frio o inanición? ¿Cómo podemos pretender que ese joven, viejo, adulto, culto, inculto o con medio cerebro busque otra cosa que pedir ayuda?
Ni si quiera somos capaces de ganarnos el pan del día sin ayuda. ¿Cómo salir de la isla en la que estamos atrapados?
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